El holismo es uno de esos temas que han tenido injustificadamente mal cartel en el ámbito científico. Con una honrosa excepción, Enfermería, que ya desde sus inicios incorporó la noción a los cuidados holísticos de sus pacientes. Sin embargo, el término “holismo” lo creó Jan Smuts, estadista y notable científico que llegó a ser Canciller de la Universidad de Cambridge.
En su libro Holismo y Evolución de 1926, define el concepto como “el todo es mayor que las sumas de sus partes, en constante evolución creativa”. Con este enfoque quería contribuir a complementar el método científico reduccionista que supone que al conocer en profundidad las partes, podremos comprender y prever el comportamiento del todo.
Smuts sostiene que el reduccionismo deja fuera aspectos claves como las distintas interacciones que se pueden dar entre las partes y las influencias recíprocas entre el propio todo y las partes. Es decir, se sacrifica la complejidad en favor de la simplicidad. Esto puede resultar útil en una variedad de campos, pero cuando queremos estudiar al ser humano y sus procesos, sin duda esta forma de analizar la realidad se nos queda corta.
En palabras de Smuts, normalmente sólo tenemos en cuenta el “centro claro” de las cosas. Es decir, lo aparente, lo concreto, sin darnos cuenta de que alrededor de esas cosas existe una zona difuminada que contiene otros aspectos más difusos: interconexiones, influencias, su historia pasada, su momento presente e incluso sus potencialidades futuras. Esta es la zona creativa, dinámica, donde los cambios y transformaciones se pueden dar. Lo denomina campo holístico.
El propio Einstein fue un admirador de Smuts y la visión que plantea, pero en su día le comentó que se había adelantado mucho a su tiempo y que, tanto el holismo como la relatividad, no serían comprendidos y aceptados en su profundidad hasta el siglo XXI.
Lo cierto es que el holismo ha ido haciendo un lento viaje hasta nuestros días. A veces recortando un poco sus aristas, como en la Teoría General de Sistemas inicial, otras añadiendo elementos etéreos o pseudocientíficos que no forman parte de la concepción original. En la actualidad ya encontramos aplicaciones científicas fundamentadas en el holismo en ciencias como la física, la biología, las ciencias ambientales, entre otras.
En las ciencias sociales, por otro lado, no parece que estemos recogiendo el testigo a tiempo, salvando algunos desarrollos en Educación. Sin embargo, el holismo puede ser de mucha utilidad para comprender los procesos individuales, grupales y comunitarios que son necesariamente complejos e interrelacionados. Además, es en la esfera holística donde se dan los cambios que permiten la transformación y mejora social.
Por ese motivo, desde la línea de resiliencia de Igual Lab nos hemos propuesto continuar desarrollando un novedoso marco de trabajo sobre resiliencia fundamentada en el holismo, entendida como “la fuerza que impulsa al crecimiento y a la mejora personal, comunitaria y social a través de procesos que nos llevan a superar obstáculos y adversidades”. Nuestro reto, desde la investigación-acción participativa, es contribuir a la superación de las dificultades y generación de cambios que apoyen el avance de la igualdad en Canarias.